Saber reirse de sí mismo es complicado, cuando no dejas de sentir frustración...
Últimamente siento que mis expectativas de progreso, o al menos de mi situación de transición, se ven abocadas al fracaso, por que no consigo ser menos exigente, me apasiona lo que hago y por consiguiente acabo sufriendo a causa de ello.
Me doy cuenta que es una experiencia que se repite y a pesar de intentar cambiar los niveles de implicación en los puestos en los que he estado, me he dado cuenta, que sufro, por que vivo cada situación, no soy una persona aséptica, que consigue aislar todo lo que está en constante relación con mi vida en general, si algo está en mi vida, por consiguiente...me importa: me duele, me alegra, me emociona y me amarga. Yo soy así y no puedo ser de otra forma.
Soy de Plutón, pero vivo en la Tierra. No he conseguido encontrar un entorno que valore la implicación, la positividad y la asertividad...pero no pierdo la esperanza de encontrar un lugar en el que sienta que estoy en el sitio donde debo estar. Recuerdo muchas veces la maravillosa sensación de plenitud de mis días trabajando en el Despacho, muchas veces navego en esos recuerdos para coger fuerzas y proyectar en mi mente el escenario de mi trabajo ideal.
Muchas veces pienso en saltar al vacío y hacerme emprendedora y defender yo misma, mi visión de lo que un negocio debiese ser. Quizás algún día llegue ese momento, mientras tanto, voy a tratar de reirme de mi misma y de lo ridícula que soy cuando me agobio por cosas que nadie valora.
Ozú! Cuanto valen las risas y las sonrisas de los clientes que provoco con tan sólo ponerme una peluca y una peineta. Hoy la mismísima Cayetana ha vendido sardinillas en la pescadería de algún lugar de Galicia.
